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La radio, voces que se apagan

Óptica Libre / Por Angy Bracho
Aunque tendríamos muchos temas para comentar todo lo que ha ocurrido esta semana en el panorama nacional, por verdadera convicción, dejaré todo de lado para plantear algunas modestas reflexiones sobre la radiodifusión en Venezuela.

Y es que de pronto este no es un tema tan álgido como el de la Ley de Educación o la lamentable agresión a los colegas periodistas pero es también importante que en nuestro país, los radioescuchas puedan seguir oyendo a quienes les gusta, que los anunciantes puedan seguir contando con ese comunicador y ese medio a quien le han confiado el nombre de su producto para destacar su marca. Es una cuestión de respeto a la libertad de elección.

Si usted escucha a Cesar Miguel cada mañana, si lo suyo es oír a Ana María Simon con Pedro Luis Flores a mediodía, o a Nehemí Luna con su rumba suave, si lo que le interesa es escuchar a los Penzini en su nota financiera, al señor Pateti o a cualquier otro periodista. Ese es su derecho. Y es que no se trata de incitar a la violencia, de sembrar discordias, ni de armar alboroto respecto a este tema que los comunicadores nos hemos encargado de mantener en boga, sino un intento más por preservar la libertad de escuchar, y decir, más que eso, la libertad de ser íntegramente.

Se me hace difícil entender cómo echar mano a los medios de comunicación llega a ser una prioridad, una tarea que avanza a paso de liebre, cuando otras labores como las de controlar la inseguridad o la violencia, que ya han rebasado ampliamente los niveles de lo que debería ser lo normal andan a paso de tortuga.

Me pregunto si ha sido la radio en nuestro país tan dañina que merece ser sancionada y amordazada sin ningún tipo de contemplaciones, sin plazo para rectificar o poner al día sus documentos, sin derecho a un debido proceso. Más o menos equiparo esta arbitrariedad con la decisión de desaparecer la Corporación Venezolana de Guayana que tanto ha hecho por esta región. No sólo me parece injusto, me parece también insólito que no nos demos cuenta lo que nos están quitando de las manos.

¿Pero, a qué responden estás acciones? ¿Es que acaso ha dejado de ser viable la tolerancia y la pluralidad de las ideas o es simplemente una medida que busca acaparar una nueva audiencia para los cada vez más numerosos medios adeptos al oficialismo?

¿No es suficiente tener el control de la Radio Nacional de Venezuela, un canal internacional, 231 emisoras comunitarias en frecuencia modulada, cinco televisoras nacionales, 35 televisoras abiertas comunitarias, una agencia de noticias, más de un centenar de páginas web y 73 periódicos comunitarios?

No me explico entonces a qué se refiere la idea de "democratizar el uso del espectro radioeléctrico (...) y erradicar el latifundio radioeléctrico”. ¿No sería más productivo y más sano encargarse de mejorar la calidad de las herramientas comunicacionales en lugar revocar las concesiones a los medios existentes? Aún más allá, ¿resuelven, estas acciones, alguno de los muchos problemas que tenemos planteados en la cotidianidad nacional?

¡Mejor no lo digas!

Todo lo que le está ocurriendo a las radiodifusoras ha ido destapando una olla que conduce inexorablemente hacia un camino donde ignorar la realidad de los diferentes medios resulta imposible.

El panorama está marcado por una serie de características comunes. Medios regulados por una agenda informativa que no atiende las verdaderas necesidades de la región e instituciones públicas cada vez más negadas a suministrar información. Comunicadores sociales que caen en la tentación de “autorregularse” a fin de evitar impasses que pudiesen acabar con su trabajo y, en consecuencia, con su fuente de ingresos. Sumado a esto nos conseguimos con propietarios de medios que al ver su negocio en riesgo optan por la autocensura y omiten informaciones de interés público que ponen en tela de juicio la labor de los entes gubernamentales.

En fin, un sin número de limitaciones. Algunas a pesar de ser armas de mucho filo, dejan de ser tan agudas cuando el receptor está advertido y tiene conciencia de que la información que está recibiendo podría estar sesgada. En tal sentido, es conveniente tomar las debidas precauciones.

Ojo, no critico que cada quien proteja sus intereses, eso se ha convertido en una parte importante de la lucha por la supervivencia. El punto de quiebre está en que al ser la libertad de expresión y de acceso a la información un derecho fundamental inherente al ser humano, es claro que se transgrede el derecho del prójimo. En este punto es aplicable, de la sabiduría popular, lo de que “mi libertad termina donde comienza la del otro”.

Despiece
No fue amor a primera vista

Estaría mintiéndoles si les dijera que la radio fue mi primer amor, o que desde niña soñaba que era yo quien narraba las noticias. Mientras cursaba la carrera apenas realizamos unas cuantas prácticas de radio y mi voz se escuchaba como cuando jugaba de niña a hablar frente al ventilador, muy temblorosa.

Ella que no me encantaba y yo que ni bien me escuchaba, pensé en ignorarla toda la vida. Tampoco los periódicos son mi delirio, los reviso por Internet y no con mucha religiosidad. Así que me imaginaba que trabajaría en el área de las comunicaciones institucionales, escribiría para revistas y si en algún momento se me daba la oportunidad, incursionaría en televisión.

Pero para cuando ya estábamos por terminar la carrera los profesores insistían en la necesidad de mantenernos siempre informados, una de ellas sugirió escuchar programas de entrevistas y opinión, noticiarios y magazines. Ese fue el principio de una pasión.

Luego tuve oportunidad de conocer la radio por dentro y el acercamiento resultó muy provechoso, aprendí a controlar el vibrato en mi voz, a utilizar los recursos de audio y a recrear escenarios con efectos sonoros. En este punto ya me encontraba enamorada.

Es este cariño el que me motiva hoy a dedicarle la primera entrega de mi columna a la radio, un poco como agradecimiento también a la magia que ella nos ofrece y a la información fresca y actualizada que llega de la mano de colegas que dedican su tiempo a mantenernos entretenidos e informados, en el auto, en la casa, en el trabajo y cualquier lugar a donde nos encontremos.