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7 Lecciones que nos ha dejado la crisis

Óptica Libre / Por Angy Bracho

A pesar de las voces que anticiparon la llegada de la crisis económica, para el mundo entero fue una sacudida inesperada no sólo por la convulsión que generó sino porque individualmente todos la hemos sentido de forma directa sobre nuestros bolsillos. El 2007 fue un año de indudable bonanza financiera para el país, a pesar del abultamiento inflacionario, los precios tope del barril de petróleo, la venta sin precedentes de automóviles, y el éxito en casi todos los sectores económicos, devinieron en un crecimiento económico notable.

Con este panorama en puertas, hacer caso siquiera a la posible detonación de una contingencia mundial que echara abajo el aparente fortalecimiento del aparato financiero era difícil por aquello de que preferimos pensar que “todo estaría bien”, más aún, el común del venezolano apostaba tanto al bienestar que muchos se animaron a materializar el sueño de fundar empresas. No se percibía el caos que sobrevendría ni como una probabilidad.

Pero bueno, habiéndose presentado ya desde hace ratos la primera gran crisis mercantil del siglo XXI es hora de dejar de pensar en el problema y la solución confiemos en que está en manos de expertos, de modo que nos queda comenzar a descifrar las lecciones que se nos plantean a propósito de los nuevos desafíos globales.

En primer término se ha hecho de pleno conocimiento la falta de liderazgos capaces de ir más allá de las fronteras de sus países lo que, en consecuencia, evidencia la incapacidad para resolver contingencias de cualquier índole. En este sentido se hace inminente la necesidad de reinventar las organizaciones mundiales capaces de tomar decisiones en coyunturas críticas. 

Segunda, es innegable que si algo nos dejará la crisis es la certeza de la interdependencia del sistema, que tomar decisiones aisladas en materia económica no sirve de nada sino se contempla cada situación como un engranaje sistémico. Me refiero a que resulta inútil tomar decisiones audazmente en el ámbito económico si se dejan de lado todas las implicaciones y las múltiples conexiones que tiene lo financiero con lo social, político y cultural. 

Tercera. Continuando con lo de la interdependencia, se hace también destacable la incapacidad para resolver a escala nacional. Aunque la vieja escuela sigue empeñada en manejar el sistema económico de una manera egocéntrica donde el fin último de cada dirigente es hacer maromas para mantener contentos a sus connacionales o proporcionarles “la mayor suma de felicidad posible”, con todo este crítico panorama se hace insoslayable la necesidad de lograr un pensamiento global que trascienda las fronteras de las naciones y que permita resolver genuinamente.

El mercado no es capaz de aguantarlo todo. Está comprobado. Cuarta. Aquella idea acuñada por Adam Smith de “la mano invisible” que autorregula el mercado a través de una interacción libre de la gente en medio de la economía que conduce a un resultado social deseable se desplomó ante esta coyuntura. No es del todo malo que esto haya ocurrido, sin duda, al levantarnos es probable que lo hagamos fortalecidos, y lo más importante, entendiendo que no podemos dejar el tema financiero a la buena del cosmos. Es justo y necesario tomar medidas para controlar o al menos vigilar la dinámica mercantil de modo que puedan ser tomadas las previsiones según corresponda.

La quinta lección que nos deja la crisis tiene que ver con la honestidad. El alcance de ella nos obliga a detenernos para revisar las premisas éticas y morales bajo las que se ha venido trabajando. No sólo en el sentido de lo que se dejó de decir oficialmente para advertir lo que se veía venir, que tiene que ver con la sinceridad del mercado, sino también con un aspecto mucho más humano: La necesidad de entender que en cada ser humano o grupo de seres humanos, por diferentes que parezcan, se juega la humanidad entera

Me explico, no basta con que los países cierren sus fronteras, ignoren al vecino o que nieguen las visas si de cualquier manera resulta imposible enajenarse frente a lo que le pasa a las víctimas del VIH, a los africanos que no tienen agua o a los asiáticos que están superpoblados, de una u otra forma el problema trasciende, las víctimas se desplazan y con ellas la miseria, el dolor, las enfermedades...

Sexta, que la necesidad de crear nuevos fundamentos empresariales se ha convertido en un imperativo categórico. La sexta lección es ésta, la necesidad de reinventar al nuevo hombre de negocios, de dejar en el siglo XX la imagen del hombre codicioso y avaro a la cabeza de las organizaciones. De acuerdo con las necesidades de nuestro mundo postcrisis urge que el hombre nuevo, emprendedor y reconocido socialmente que debe ser capaz de pensar en la empresa como un elemento civilizador con vocación de inclusión y servicio.

Y finalmente, pero no menos importante, la crisis nos demostró que ahorrar para el futuro es lo más sano y beneficioso que puede haber. El país que lo demostró fue Noruega, el único que no se tambaleó ante la crisis. No por ser el país que posee más de la mitad de la reserva de petróleo en todo el occidente de Europa sino porque desde hace años se implementó un plan para no gastar lo que ingresa como ganancia petrolera e invertirlo en un fondo estatal de pensiones, que con el pasar de los años se ha fortalecido. 

Cuando sobrevino la crisis, los precios estaban en su punto más bajo y justo antes de comenzar a subir, Noruega compró acciones con sus ahorros como nunca antes. Hoy en día aquella nación pesquera de apenas cuatro millones y medios de habitantes se ha convertido en una potencia económica, su PIB sobrepasa en más del 50% el del de Reino Unido o Alemania. Ahorrar es de sabios.

En conclusión, la crisis ha llegado para que no olvidemos lo expuestos que estamos, lo efímero de los recursos y lo interdependientes que somos.

La crisis según Albert Einstein
No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar “superado”.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.
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